La Paz de Amiens de 1802, que garantizaría la estabilidad entre España e Inglaterra durante un escaso período de tiempo, aún no se había firmado cuando dos fragatas españolas Juno, de 34 cañones y Anfítitre, de 40 cañones, llegaban al puerto de Veracruz para realizar tareas de reparación del casco. Terminadas las reparaciones y preparado todo lo necesario para su viaje a Cádiz, ambas fragatas salieron del puerto mexicano el día 15 de enero con el objetivo de hacer escala en el puerto de la Habana. Transportaban 700.000 pesos en plata.

La travesía se complicó con un fuerte temporal que alcanzó a las dos fragatas nada más salir de Veracruz, y que obligó a sus mandos a recalar en Puerto Rico para protegerse de los vientos contrarios y reparar los graves desperfectos sufridos en ambas fragatas.

No pudieron hacerse a la vela de nuevo hasta el mes de octubre, esta vez con el encargo añadido de transportar al Tercer Batallón del Regimiento de África.

Tras veinte días de navegación, cuando estaban a la altura de las Islas Bermudas, otro temporal alcanzó de lleno a las dos fragatas. Los fuertes vientos, la mar gruesa y las lluvias constantes separaron a las dos naves. La fragata Juno continuó su travesía hacia el norte en busca de otros vientos que favorecieran su navegación, pero no consiguió el objetivo.

La noche del día 22 de octubre, con el mar bravo y vientos fuertes del noreste, la Juno rompió la mesana. El temporal lanzó la lancha que estaba trincada en el combés contra la borda. La sentina se llenó de agua sin que las cuatro bombas de achique fueran suficientes para extraer al agua que entraba. La fragata era ingobernable.

Por fin, el día 23 amaneció algo más calmado. Se trabajó en cerrar las vías de agua por dentro y fuera del casco y seguir achicando agua. Ante el peligro de hundirse por la proa, Bustillo ordenó tirar parte de la artillería y dos de las anclas al agua.

Al día siguiente, se avistó una vela en el horizonte. Era una goleta americana llamada Favorita que se prestó a auxiliar a la fragata navegando junto a ella bajo las órdenes del comandante de la Juno Juan Ignacio Bustillo. Abarloadas en medio del océano, se traspasaron algunos mandos de la fragata a la goleta y algunos víveres para tratar de llegar acercarse a tierra y llegar hasta un puerto seguro de la costa estadounidense.

Pero el día 27 de octubre, un nuevo temporal azotó a la fragata y a su goleta salvadora. La Juno perdió el timón que fue sustituido por una improvisada espadilla de circunstancias y rompió el palo mayor. Sin dos palos, sin algunas velas, sin dos anclas, sin timón y sin parte de la artillería, la fragata parecía más una balsa prehistórica que un barco de guerra del siglo XIX pero, aun así, seguía luchando contra las olas y el viento para que no alcanzaran a la fragata de través y la hundieran sin remedio. La Favorita se acercó a la Juno todo lo que pudo, pero el viento y el oleaje no permitieron que esta vez pudiera auxiliarla.

Al día siguiente, la fragata no estaba a la vista. Después de tanto sufrimiento, se había hundido con toda la tripulación, el pasaje y un importante cargamento de plata. La goleta Favorita buscó a la Juno sin éxito hasta que se decidió abandonar la búsqueda navegar rumbo a la ciudad de Boston a cuyo puerto llegó el día 1 de noviembre.

Francisco Clemente, el teniente de navío de la fragata que había traspasado a la goleta Favorita junto a otras seis personas, dio testimonio detallado del naufragio y aportó los nombres de las 425 personas desaparecidas.

Barcos de esta flota